En muchas ocasiones debe uno ponerse en la piel de los demás para tratar de comprender lo que puede sentir.
La buena educación enseña a ceder un asiento siempre que sea posible. No es una cuestión de moda sino un gesto de atención y cortesía hacia otra persona. Ceder un asuento es una regla general que contempla cualquier libro de urbanidad, buenas maneras o manual de contenido similar. Es una norma de carácter casi universal: ceder el asiento a las personas mayores, mujeres y personas con dificultades o alguna discapacidad o minusvalía.
Pero, ¿qué ocurre realmente en el día a día ? La ajetreada vida en las grandes ciudades, las prisas, las aglomeraciones, etc. han dado lugar al «olvido» de muchos buenos gestos de cortesía para con los demás. Entre ellos, está el de ceder un asiento. Un buen asiento se ha convertido en una «propiedad» que nadie quiere ceder.
Da mucha pena e, incluso coraje, ver a un jovencito o jovencita, o bien a personas de mediana edad, sentados en el autobús, en el tren, en el metro, o en otros medios de transporte, mientras una señora mayor, una mujer embarazada o bien un señor mayor con grandes dificultades para caminar permanece en pie durante un trayecto. ¿Qué educación han recibido? Si hay que aclarar que no todo el mundo es así, por suerte. También hay jóvenes y personas de todas las edades muy bien educadas.
«No hay excusas para la falta de educación»
¿Han cambiado los tiempos?
Si, claro que han cambiado. Pero las personas siguen siendo las mismas, y no deben perder las buenas costumbres. ¿Qué le parecería a uno de estos jóvenes que fuera su madre con un bebé en sus brazos, su abuela o abuelo, los que permanecieran en pie en un transporte público mientras un jovencito está cómodamente sentado escuchando músca, leyendo o simplemente mirando a los demás pasajeros? No hay excusas. Aislarse colocándose unos auriculares o mirando el teléfono móvil/celular para ignorar lo que ocurre a su alrededor no es una excusa. Vivimos en el mundo real y como tal hay que saber convivir con los demás. No se puede mirar a otro lado para ignorar estas situaciones.
Hay ocasiones en la que uno debe ponerse en la piel de los demás para tratar de comprender lo que puede sentir. Si Dios quiere, todos llegaremos a ser personas mayores o con algún tipo de problema de movilidad, y tendremos las mismas necesidades que hoy tienen las personas a las que ignoramos.
Ceder un asiento es un gesto de cortesía, un gesto de generosidad; no cuesta nada y hace que la convivencia sea más grata, cordial y agradable. Desde luego, no se puede obligar a nadie a tener este tipo de gestos, pero la educación debería enseñar a tenerlos de forma espontánea. Tomamos de una campaña publicitaria, de hace muchos años, una frase que puede servirnos para todo lo expresado en este artículo, y válido, para otras muchas ocasiones: «Hoy por ti… y mañana por mi».